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En el año 2004 me mudé a Reino Unido para cursar  estudios de arte en la University for Creative Arts. Allí descubrí el video “Dancing in Peckham” de la artista británica Gilliam Wearing, que se proyectaba por aquel entonces en la South London Gallery.

 

Esta pieza muestra a la artista bailando sola en el interior de un centro comercial en Peckham. Sus movimientos cambian de estilo quizás a medida que cambian los sonidos mentales en su cabeza y que según relata la propia Wearing, se inspiró al ver a una mujer bailando –de manera similar a cómo ella misma baila en el video– sola y de forma totalmente arrítmica en un concierto de jazz. Recuerdo como quedé totalmente hipnotizado por este pieza creada en 1994. Un video que fue filmado a plena luz del día y donde se multiplican misterios: ¿por qué baila? ¿qué música interior puede recrear? ¿qué está pesando la gente que pasa alrededor?

 

El pasado 2020, en una visita a Londres tras pasar por el mismo centro comercial de Peckham con una amiga bailarina, Carolina de Santiago no puede evitar sacar mi móvil y recrear de nuevo ese gesto irreverente, que tanto me cautivó en mis años de juventud y que hoy vuelve a resonar por la carga que suscita en torno a la reflexión de por qué no un cuerpo que baila en la calle, es también una forma de estar en el mundo. Quizás, esta modesta reactivación vuelve a reafirmar esa intención de habitar el espacio público a través de pequeños gestos políticos, que alteran el orden natural de las cosas.

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